El gusto de Manuel Mujica Lainez por la pintura se refleja en unos artículos que escribió para los fascículos de Viscontea, durante los 60, y que recientemente fueron recogidos en forma de Libro por la editorial rosarina Iván Rosado. A continuación presentamos la biografía artística que Mujica hace de Caruso, un pintor 'ingenuo' que trabajó en los bodegones de una Buenos Aires perdida en el tiempo.
"De este italiano de sonoro nombre sé muy poco, casi nada. Lo injerto aquí no sólo por lo que personalmente significó, sino como un representante de los 'ingenuos' decoradores de tabernas que en un tiempo proliferaron en Buenos Aires, sobre todo en las cantinas de la Boca. Esa gente logró cosas curiosísimas, en su mayoría perdidas para siempre. Ignacio Pirovano tuvo la lucidez requerida, hace muchos años, para adquirir en un 'bar' del viejo barrio de los genoveses, varios paneles, unas suntuosas, recostadas odaliscas, que acaso precedían de alguna de las que se llama todavía, púdicamente, 'casas malas'. Los salvó. En una fiesta dada por él he vuelto a verlos, mezcla de las Mil y una noches y de las vampiresas del cine mudo. Caruso trató temas más púdicos. Me enfrenté por primera vez con sus obras en el restorán del Chilo, pasando el puente Saavedra, donde una orquesta tocaba tangos imperecederos, y me impresionaron esos pequeños frescos rodeados de orlas barrocas, que encerraban paisajes imaginarios. Supe, tiempo después, que su autor, Caruso, un octogenario, estaba realizando una composición de proporciones amplias en un bar de Vicente López. Me avisó mi amigo Hugo Sottotetti. Y allá me fui. Lo encontré, encaramado a una escalera, pincel en mano, desafiando a los lustros. Era un bohemio invencible. Su familia residía en Mendoza y gozaba de cierta holgura. Lo reclamaba con inútil insistencia. El anciano se negaba a despegarse de su atmósfera. Luego de un fabuloso viaje juvenil que lo llevó hasta Egipto, se había venido a la Argentina. Aquí prolongó la tradición de quienes, en su partida, contribuyen al carácter de las trattorie. Le encargué varios cuadros que conservo. Su ingenuidad llega a la perfección. En ellos conviven la Torre de Pisa, las Pirámides, el Templo de Elefantina, la Esfinge, cúpulas del Renacimiento, imposibles automóviles, imposibles personajes. Es una pintura nostálgica, conmovedora. Caruso murió hará cuatro años.
Los pintores ingenuos, Rosario, Editorial Iván Rosado, 2018.