Como dice el crítico Clement Greenberg, "Desde Giotto a Courbet, la primera tarea del pintor había sido excavar una ilusión de espacio tridimensional en una superficie plana. El observador miraba a través de esa superficie como a través del proscenio de un escenario. La modernidad ha disminuido la profundidad de ese escenario más y más hasta que hoy el telón de fondo ha llegado a coincidir con el de delante, y éste es el único sobre el que hoy puede trabajar el pintor." Esa planimetría va a permitir a los artistas post-impresionistas y del art nouveau articular el discurso publicitario y el pictórico sobre un mismo soporte, dando origen así el género del afiche de artista. De Alphonse Mucha a Toulouse-Lautrec, el afiche irá ganando terreno en el campo del arte, a caballo entre las funciones pragmáticas de la difusión comercial y la expectación desinteresada del museo y la galería de arte. Imagen y texto trabajan conjuntamente para armar la ilusión del producto e instalar así su necesidad en el público.
Continuando con la asunción del programa artístico por parte de la palabra polémica , rescatamos a continuación el famoso manifiesto de la revista Martín Fierro , publicado en el número del 15 de mayo de 1924, Buenos Aires, pp. 1-2. Si bien el texto aparece sin firma, su autoría suele atribuirse al poeta Oliverio Girondo . Frente a la impermeabilidad hipopotámica del “honorable público”. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático, que momifica cuanto toca. Frente al recetario que inspira las elucubraciones de nuestros más “bellos” espíritus y a la afición al ANACRONISMO y al MIMETISMO que demuestran. Frente a la ridícula necesidad de fundamentar nuestro nacionalismo intelectual, hinchando valores falsos que al primer pinchazo se desinflan como chanchitos. Frente a la incapacidad de contemplar la vida sin escalar las estanterías de las bibliotecas. Y sobre todo, frente al pavoroso temor de equivocarse que paraliza el mismo ímpetu de l...