Diez cuadros de Gustave Moreau
por Julián del Casal
Retrato de Gustave Moreau
Rostro que desafía los crueles
Rigores del destino; frente austera
Aureolada de larga cabellera,
Donde al mirto se enlazan los laureles.
Creador luminoso como Apeles,
Si en la Grecia inmortal nacido hubiera,
Cual dios entre los dioses estuviera
Por el sacro poder de sus pinceles.
De su Ideal divino a los fulgores
Vive de lo pasado entre las ruinas
Resucitando mágicas deidades;
Y dormita en sus ojos soñadore
Como estrella entre brumas opalinas,
La nostalgia febril de otras edades.
Salome
En el palacio hebreo, donde el suave
Humo fragante por el sol deshecho,
Sube a perderse en el calado techo
O se dilata en la anchurosa nave,
Está el Tetrarca de mirada grave,
Barba canosa y extenuado pecho,
Sobre el trono, hierático y derecho,
Como adormido por canciones de ave.
Delante de él, con veste de brocado
Estrellada de ardiente pedrería,
Al dulce son del bandolín sonoro,
Salomé baila y, en la diestra alzado,
Muestra siempre radiante de alegría,
Un loto blanco de pistilos de oro.
Muestra siempre radiante de alegría,
Un loto blanco de pistilos de oro.
La aparición
Nube fragante y cálida tamiza
El fulgor del palacio de granito,
Ónix, pórfido y nácar. Infinito
Deleite invade a Herodes. La rojiza
Espada fulgurante inmoviliza
Hierático el verdugo, y hondo grito
Arroja Salomé frente al maldito
Espectro que sus miembros paraliza.
Despójase del traje de brocado
Y, quedando vestida en un momento,
De oro y perlas, zafiros y rubíes,
Huye del Precursor decapitado
Que esparce en el marmóreo pavimento
Lluvia de sangre en gotas carmesíes.
El fulgor del palacio de granito,
Ónix, pórfido y nácar. Infinito
Deleite invade a Herodes. La rojiza
Espada fulgurante inmoviliza
Hierático el verdugo, y hondo grito
Arroja Salomé frente al maldito
Espectro que sus miembros paraliza.
Despójase del traje de brocado
Y, quedando vestida en un momento,
De oro y perlas, zafiros y rubíes,
Huye del Precursor decapitado
Que esparce en el marmóreo pavimento
Lluvia de sangre en gotas carmesíes.
Prometeo
Bajo el dosel de gigantesca roca
Yace el Titán cual Cristo en el Calvario,
Marmóreo, indiferente y solitario,
Sin que brote el gemido de su boca.
Su pié desnudo en el peñasco toca
Donde agoniza un buitre sanguinario
Que ni atrae su ojo visionario
Ni compasión en su ánimo provoca.
Escuchando el hervor de las espumas
Que se deshacen en las altas peñas
Ve de su redención luces extrañas,
Junto a otro buitre de nevadas plumas,
Negras pupilas y uñas marfileñas
Que ha extinguido la sed en sus entrañas.
Galatea
En el seno radioso de su gruta
Alfombrada de anémonas marinas,
Verdes algas y ramas coralinas,
Galatea, del sueño el bien disfruta.
Desde la orilla de dorada ruta
Donde baten las ondas diamantinas.
Salpicando de espumas cristalinas
El pico negro de la roca bruta,
Polifemo, extasiado ante el desnudo
Cuerpo gentil de la dormida diosa.
Olvida su fiereza, el vigor pierde
Y mientras permanece, absorto y mudo,
Que ha extinguido la sed en sus entrañas.
Galatea
En el seno radioso de su gruta
Alfombrada de anémonas marinas,
Verdes algas y ramas coralinas,
Galatea, del sueño el bien disfruta.
Desde la orilla de dorada ruta
Donde baten las ondas diamantinas.
Salpicando de espumas cristalinas
El pico negro de la roca bruta,
Polifemo, extasiado ante el desnudo
Cuerpo gentil de la dormida diosa.
Olvida su fiereza, el vigor pierde
Y mientras permanece, absorto y mudo,
Mirando aquella piel color de rosa,
Incendia la lujuria su ojo verde.
Incendia la lujuria su ojo verde.
Venus Anadyomena
Sentada al pié de verdinegras moles
Sobre la espalda de un delfín cetrino
Que de la aurora el rayo purpurino
Jaspea de brillantes tornasoles,
Envuelta en luminosos arreboles
Venus, emerge el cuerpo alabastrino
Frente al húmedo borde del camino
Alfombrado de róseos caracoles.
Moviendo al aire las plateadas colas,
Blancas nereidas surgen de las olas
Y hasta la diosa de ojos maternales
Llevan, entre las manos elevadas,
Niveas conchas de perlas nacaradas,
Ígneas ramas de fúlgidos corales.
Júpiter y Europa
En la playa fenicia, a las boreales
Radiaciones del astro matutino,
Surgió Europa del piélago marino,
Envuelta de la espuma en los cendales.
Júpiter, tras los ásperos breñales,
Acéchala a la orilla del camino
Y, elevando su cuerpo alabastrino,
Intérnanse entre obscuros chaparrales.
Mientras al borde de la ruta larga
Alza la plebe su clamor sonoro,
Mirándola surgir de la onda amarga.
Desnuda va sobre su blanco toro
Que, enardecido por la amante carga,
Erige hacia el azul los cuernos de oro.
Hércules y las Estinfálides
Rosada claridad de luz febea
Baña el cielo de xircadia. Entre gigantes
Rocas negras de picos fulgurantes,
El dormido Estinfalo centellea.
Desde abrupto peñasco que azulea
Hércules, con miradas fulminantes,
El niveo casco de álamos humeantes
Y la piel del león de la Nemea,
Apoya el arco en el robusto pecho
Y las candentes flechas desprendidas
Rápidas vuelan a las verdes frondas,
Hasta que mira en su viril despecho
Caer las Estínfálides heridas,
Goteando sangre en las plateadas ondas.