Simias, que vivió en Rodas alrededor del 300 AC., compuso, además de tres libros de Glosas, cuatro de Poesías varias; quedan fragmentos de composiciones (en metro épico) tituladas Apolo, Gorgo, Meses (recuérdese los Fastos de Ovidio); de poemas líricos en metros diversos; además epigramas, conservados en la Antología Palatina. Son originales también tres Technopaegnia titulados Alas, Hacha, Huevo que en la disposición de las líneas reproducen, respectivamente, la figura de las cosas nombradas; actualmente, se atribuyen a nuestro autor más que a su homónimo de Tebas; una composición semejante es el Caramillo de Teócrito. Naturalmente el propósito del autor basta para excluir toda posibilidad de poesía. En verdad, a pesar de que él mismo se llamase “ruiseñor dorio” poco tiene que ver la poesía con toda la obra de Simias, que lleva los habituales signos de una erudición inaccesible, la reiteración de motivos etiológicos, el empleo abundante de palabras raras y difíciles (como convenía a un recopilador de glosas). También los epigramas, casi todos fúnebres, son en su mayoría convencionales, aunque elegantes. Rebuscadas aparecen también algunas innovaciones métricas, que de él tomaron el nombre.
R. Cantarella: La literatura griega de la época helenística e imperial. Losada, 1972.

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La Technopaegnia es una sección de poemas de figuras que contiene la Antología Griega (o Palatina), y que se ha conservado. En el siglo I antes de Cristo, la compiló el poeta sirio Meleager de Gadara, y mil años después la recogió y divulgó Constantino Cefalas. Máximo Planudes la volvió a editar en 1301.