Museo de Bellas Artes
sobre el sufrimiento: cuán bien comprendieron
su lugar en la vida humana; cómo toma forma
mientras alguien come o abre una ventana o camina distraído;
cómo, mientras los ancianos esperan reverenciales
y apasionados el milagroso alumbramiento, debe haber
siempre niños a los que los trae sin cuidado,
patinando a la orilla del estanque de un bosque:
nunca olvidaron
que incluso el martirio más terrible debe seguir su curso
a como dé lugar en una esquina, en algún sitio sucio
donde los perros continúan su vida de perros y el caballo del verdugo
restriega su inocente culo contra un árbol.
En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo: cómo todo se aleja
tan sigilosamente del desastre; el labrador pudo
haber oído el chapoteo del mar, el grito desconsolado,
pero para él no fue un fracaso conmovedor; el sol brillaba
como debía brillar sobre las pálidas piernas
que desaparecían en aguas verdes, y ese barco suntuoso y elegante
que debió atisbar algo asombroso; un joven desplomándose en el cielo,
tenía que llegar a otra orilla y siguió mansamente navegando.
W. H. Auden