"Ahora bien, mientras modernizaba el concepto medieval de 'El ocioso sujeto a la tentación', Durero medievalizó, hasta cierto punto, el concepto clásico de Venus. Llama ésta al pecador con la mano derecha, y en la izquierda lleva un anillo, atributo sobremanera inusitado (máxime en una figura por lo demás enteramente desnuda), que no aparece en ninguna otra obra de Durero salvo en retratos y, naturalmente, en representaciones de Santa Catalina. Este atributo, en combinación con la esfera pequeña del suelo, traería al recuerdo de todo contemplador culto una leyenda contada y vuelta a contar en diferentes versiones desde el siglo XII hasta los tiempos de Heinrich Heine y Prosper Mérimée. Según la versión alemana, estaban unos distinguidos jovenzuelos romanos, aún no convertidos al cristianismo, jugando a la pelota, o más exactamente a boccia, cuando uno de ellos lanzó la pelota fuera; y rodando rodando, le condujo hasta un templo pagano en ruinas, donde vio una estatua de Venus de belleza tan peregrina que al punto quedó hechizado. Pero era el demonio el que estaba oculto en aquella efigie: llamando al joven hacia sí, le animó a que le pusiera su anillo en un dedo, concluyendo de ese modo un compromiso formal. Lo que sigue es más o menos obvio: el joven empieza a preocuparse por tan anormal compromiso, intenta en vano recobrar el anillo, cae gravemente enfermo y al final es salvado por un sacerdote cristiano que obliga al demonio a devolver el anillo y salir de la estatua. El joven abraza la fe cristiana, y la estatua es consagrada por el papa y puesta en lo alto del Castel Sant'Angelo. Así que el título correcto del 'Sueño del doctor' sería La tentación del ocioso."
Erwin Panofsky, Vida y arte de Alberto Durero, Alianza, 1982, p, 95.