El artista ferrarés Dosso Dossi, quien trabajó para la corte de la familia Este en la misma época en que Ariosto volvía una y otra vez al texto de su Orlando furioso, pintó entre 1514 y 1516 una tela de las llamadas poesie profane con el tema de Circe y sus amantes convertidos en animales: la maga se muestra desnuda, a medias apoyada sobre una tabla con inscripciones, un grimorio abierto a sus pies, rodeada por perros, ciervos y aves. El paisaje, cuyos detalles y luz evocan el ejemplo de Giorgione, es el reino de esa mujer que conoce los secretos de la naturaleza y sabe actuar conforme a sus leyes de transformación. Señora de plantas y animales, su blancura es fuente de luz, como las hojas del libro; su juventud la hace graciosa y poco amenazante. A su lado, la Melissa pintada por el mismo Dosso en 1523 e inspirada en el personaje del Furioso, resulta mucho más majestuosa y siniestra, vestida como una reina, hábil en el manejo del fuego, custodiada dentro de un círculo mágico por un perro que no nos quita los ojos de encima. Circe parece más inofensiva, su saber más sereno y confiable que el de la experta en hechizos, tomada del poema de Ariosto. Las sospechas de cierta misoginia cristiana se interponen y marcan la diferencia de la una a la otra, aun cuando Melissa sea una maga benéfica y protectora. Al volver a Circe, sentimos que su ciencia es bastante ingenua, amable y, tal vez, cómica.
José Emilio Burucúa. Historia y ambivalencia. Biblos, 2006.
Timagora, Parrasio, Polignoto,
Protogene, Timante, Apollodoro,
Apelle, più di tutti questi noto,
e Zeusi, e gli altri ch’a quei tempi fôro;
di quai la fama (mal grado di Cloto,
che spinse i corpi e dipoi l’opre loro)
sempre starà, fin che si legga e scriva,
mercé degli scrittori, al mondo viva:
II
e quei che furo a’ nostri dì, o sono ora,
Leonardo, Andrea Mantegna, Gian Bellino,
duo Dossi, e quel ch’a par sculpe e colora,
Michel, più che mortale, Angel divino;
Bastiano, Rafael, Tizian, ch’onora
non men Cador, che quei Venezia e Urbino;
e gli altri di cui tal l’opra si vede,
qual de la prisca età si legge e crede:
III
questi che noi veggiàn pittori, e quelli
che già mille e mill’anni in pregio furo,
le cose che son state, coi pennelli
fatt’hanno, altri su l’asse, altri sul muro.
Non però udiste antiqui, né novelli
vedeste mai dipingere il futuro:
e pur si sono istorie anco trovate,
che son dipinte inanzi che sian state.
Ludovico Ariosto (Reggio Emilia, 1474 – Ferrara, 1533), Orlando furioso, Canto XXXIII, I – III.