La Escritura habla en alguna parte de la concuspicencia de los ojos, concupiscentia oculorun: este pecado es nuestro pecado, y esperamos que Dios nos lo perdonará. Jamás hubo ojo más ávido que el nuestro, y el bohemio de Béranger no ha puesto en práctica más concienzudamente que nosotros la divisa: ver es tener. Después de haber visto, nuestro mayor placer ha sido transportar a nuestro arte propio monumentos, frescos, cuadros, estatuas, bajorrelieves, aun a riesgo a menudo de forzar la lengua y de cambiar el diccionario en paleta…
Parnaso y Simbolismo, El Ateneo, 1948.
Parnaso y Simbolismo, El Ateneo, 1948.