A continuación, unos ejemplos de écfrasis extraídos de la novela de George Perec, La vida instrucciones de uso:
Las paredes están casi totalmente cubiertas de cuadros, grabados y reproducciones diversas. La mayor parte de ellos, en la penumbra de la estancia, no ofrecen a la mirada más que una grisura indistinta de la que se destacan a veces una firma -Pellerin-, un título grabado en una placa debajo del marco -La ambición, A Day at the Races, La primera ascensión al monte Cervino-, o un detalle: un campesino chino que tira de un carrito, un doncel de rodillas armado por su señor feudal. Sólo cinco cuadros permiten una descripción más precisa.
El primero es un retrato de una mujer titulado La veneciana. Lleva un traje de terciopelo punzó con un cinturón de orfebrería y su ancha manga forrada de armiño deja ver su brazo desnudo rozando la balaustrada de una escalera que asciende a su espalda. A su izquierda una gran columna llega hasta lo alto del cuadro, donde se junta con unos elementos arquitectónicos en forma de arco. Abajo se vislumbran unos naranjos casi negros entre los que se recorta un cielo azul rayado por nubes blancas. Sobre la balaustrada cubierta con una colgadura hay, en una fuente de plata, un ramillete de flores, un rosario de ámbar, un puñal y un cofrecito de marfil antiguo algo amarillento del que se desparraman los cequíes de oro; algunos, esparcidos por el suelo, forman, acá y allá, una sucesión de salpicaduras brillantes, que guían la mirada hasta la punta del pie de la dama, pues lo apoya en el penúltimo escalón, con movimiento natural y en plena luz.
El segundo es un grabado libertino que lleva por título Los criados: un muchacho de unos quince años, con gorro de pinche, bajado el pantalón hasta los tobillos, se apoya en una pesada mesa de cocina, mientras lo sodomiza un cocinero obeso; un criado, echado en un banco delante de la mesa, ha desabrochado su bragueta, haciendo asomar su sexo en plena erección, en tanto que una doncella, subiéndose con ambas manos las faldas y el delantal, se instala a horcajadas sobre él. Al otro extremo de la mesa, sentado ante un plato repleto de macarrones, un anciano vestido de negro presencia la escena con visible indiferencia.
El tercero es una escena campestre: una pradera rectangular inclinada, de hierba verde y tupida, con gran cantidad de flores amarillas (sin duda, vulgar diente de león). En lo alto de la pradera hay una casita ante cuya puerta están dos mujeres charla que te charla: una campesina de pañuelo en la cabeza y una niñera. En la hierba juegan tres chiquillos, dos niños y una niña, que cogen las flores amarillas, con las que hacen ramilletes.
El cuarto es una caricatura firmada por Blanchard y titulada Cuando las gallinas tengan dientes. Representa al general Boulanger y al diputado Charles Floquet dándose un apretón de manos.
El primero es un retrato de una mujer titulado La veneciana. Lleva un traje de terciopelo punzó con un cinturón de orfebrería y su ancha manga forrada de armiño deja ver su brazo desnudo rozando la balaustrada de una escalera que asciende a su espalda. A su izquierda una gran columna llega hasta lo alto del cuadro, donde se junta con unos elementos arquitectónicos en forma de arco. Abajo se vislumbran unos naranjos casi negros entre los que se recorta un cielo azul rayado por nubes blancas. Sobre la balaustrada cubierta con una colgadura hay, en una fuente de plata, un ramillete de flores, un rosario de ámbar, un puñal y un cofrecito de marfil antiguo algo amarillento del que se desparraman los cequíes de oro; algunos, esparcidos por el suelo, forman, acá y allá, una sucesión de salpicaduras brillantes, que guían la mirada hasta la punta del pie de la dama, pues lo apoya en el penúltimo escalón, con movimiento natural y en plena luz.
El segundo es un grabado libertino que lleva por título Los criados: un muchacho de unos quince años, con gorro de pinche, bajado el pantalón hasta los tobillos, se apoya en una pesada mesa de cocina, mientras lo sodomiza un cocinero obeso; un criado, echado en un banco delante de la mesa, ha desabrochado su bragueta, haciendo asomar su sexo en plena erección, en tanto que una doncella, subiéndose con ambas manos las faldas y el delantal, se instala a horcajadas sobre él. Al otro extremo de la mesa, sentado ante un plato repleto de macarrones, un anciano vestido de negro presencia la escena con visible indiferencia.
El tercero es una escena campestre: una pradera rectangular inclinada, de hierba verde y tupida, con gran cantidad de flores amarillas (sin duda, vulgar diente de león). En lo alto de la pradera hay una casita ante cuya puerta están dos mujeres charla que te charla: una campesina de pañuelo en la cabeza y una niñera. En la hierba juegan tres chiquillos, dos niños y una niña, que cogen las flores amarillas, con las que hacen ramilletes.
El cuarto es una caricatura firmada por Blanchard y titulada Cuando las gallinas tengan dientes. Representa al general Boulanger y al diputado Charles Floquet dándose un apretón de manos.
Grabado de Pellerin, 1835.