La
formulación de analogías entre la poesía y la pintura se remonta a la
afirmación de Simónides de Ceos en
el siglo V a. C., recogida por Plutarco, según la cual «la pintura es poesía
silenciosa, la poesía es pintura que habla». Así como se ha atribuido
tradicionalmente a Aristóteles el origen de la teoría literaria, también
durante siglos se reconoció el origen de la teoría de las relaciones interartísticas en Horacio,
que bebió de las fuentes griegas. Su Epistola
ad Pisones —que
ya Quintiliano consideraba una verdadera ars
poetica— enfatiza
y reitera la correspondencia entre ambas artes. El
lema horaciano ut
pictura
poesis y la
idea aristotélica de que la intriga de una tragedia se asemeja a una pintura,
proporcionaron
desde el Renacimiento una
constitución
al sistema de las artes
basada
en la asimilación entre poesía y pintura.
Entre los artistas que asumen la escritura para pensar los modos de hacer de las llamadas Bellas Artes, están los tratados teóricos sobre arquitectura, pintura y escultura. Aquí presentamos un pequeño fragmento del famoso Tratado de pintura (1435) del arquitecto y teórico de la perspectiva L. B. Alberti , texto de obligada referencia para los sistemas pedagógicos del Renacimiento italiano. Trismegistus, un escritor de la antigüedad, pensaba que la pintura y la escultura nacieron al mismo tiempo que la religión, pues así le responde a Aesclepius: la humanidad representa a los dioses según su propia imagen a partir de sus recuerdos de la naturaleza y sus propios orígenes. ¿Quién será capaz de negar que en los asuntos tanto públicos como privados, profanos o religiosos, la pintura les ha proporcionado a todos ellos las partes más apreciadas de ella misma, de tal manera que nada ha sido tan estimado por los mortales? Se cuenta con registros acerca d...