La
formulación de analogías entre la poesía y la pintura se remonta a la
afirmación de Simónides de Ceos en
el siglo V a. C., recogida por Plutarco, según la cual «la pintura es poesía
silenciosa, la poesía es pintura que habla». Así como se ha atribuido
tradicionalmente a Aristóteles el origen de la teoría literaria, también
durante siglos se reconoció el origen de la teoría de las relaciones interartísticas en Horacio,
que bebió de las fuentes griegas. Su Epistola
ad Pisones —que
ya Quintiliano consideraba una verdadera ars
poetica— enfatiza
y reitera la correspondencia entre ambas artes. El
lema horaciano ut
pictura
poesis y la
idea aristotélica de que la intriga de una tragedia se asemeja a una pintura,
proporcionaron
desde el Renacimiento una
constitución
al sistema de las artes
basada
en la asimilación entre poesía y pintura.
Continuando con la asunción del programa artístico por parte de la palabra polémica , rescatamos a continuación el famoso manifiesto de la revista Martín Fierro , publicado en el número del 15 de mayo de 1924, Buenos Aires, pp. 1-2. Si bien el texto aparece sin firma, su autoría suele atribuirse al poeta Oliverio Girondo . Frente a la impermeabilidad hipopotámica del “honorable público”. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático, que momifica cuanto toca. Frente al recetario que inspira las elucubraciones de nuestros más “bellos” espíritus y a la afición al ANACRONISMO y al MIMETISMO que demuestran. Frente a la ridícula necesidad de fundamentar nuestro nacionalismo intelectual, hinchando valores falsos que al primer pinchazo se desinflan como chanchitos. Frente a la incapacidad de contemplar la vida sin escalar las estanterías de las bibliotecas. Y sobre todo, frente al pavoroso temor de equivocarse que paraliza el mismo ímpetu de l...